En la casa sólo había un cuarto al cual no podía ingresar. Los dueños -una pareja de ancianos- le dijeron a Daniela el primer día que llegó a vivir y trabajar allí, que por ningún motivo podía entrar en aquel cuarto, aunque no le dieron explicaciones de por qué no debía hacerlo.
Daniela debía encargarse de la limpieza. La casa tenía dos pisos. Cualquier parte que se mirara hablaba de lo antigua que era, y a Daniela le resultaba algo intimidante, principalmente por haber visto películas de terror que transcurrían en lugares muy similares a aquel.
Además de ella y los ancianos, había otra mujer, que era la encargada de cocinar. La cocinera era tan reservada como los ancianos, por lo que Daniela ni intentó preguntarle qué había en la misteriosa habitación.
Los ancianos se la pasaban sentados en la sala, y apenas intercambiaban alguna que otra palabra; la cocinera, cuando no estaba trabajando estaba encerrada en su habitación, por eso casi siempre la casa estaba silenciosa durante el día, y al silencio del interior se sumaba la quietud de las praderas tristes que la rodeaban.
Por las noches la situación era diferente. Desde su cama, Daniela escuchaba ruidos, que a veces sonaban tan fuerte que la hacían levantarse, y con el corazón agitado asomaba la cabeza en el pasillo, sólo para no ver nada, y más asustada aún regresar a acurrucarse en la cama.
- ¿Usted no escuchó nada? - le preguntó Daniela a la cocinera durante el desayuno, la primera vez que amaneció allí. La cocinera primero untó mermelada en un pan, después, sin mirarla le contestó:
- Yo no. Estoy acostumbrada a los ruidos de la casa.
- Pero durante el día no escuché ningún ruido así.
- Si algo le molesta puede irse cuando quiera.
- No dije que me quería ir. Perdón, debe ser porque no estoy acostumbrada.
Desde esa vez Daniela no preguntó más, aunque siguió escuchando los ruidos.
Una noche, siendo temprano aún, Daniela estaba en su habitación cuando golpearon la puerta.
- ¡La cena está lista! - dijo una voz desde el Pasillo; era la cocinera.
- ¡Gracias! Ya voy - dijo Daniela, que recién había terminado de ducharse y se estaba peinando.
Al atravesar el pasillo rumbo a la cocina, cruzó frente a la puerta del cuarto prohibido, y vio que estaba entornada. Se detuvo y miró hacia ambos lados; nadie la veía. Entonces se acercó más y miró hacia adentro. La luz estaba encendida. Al asomarse más vio que sobre una cama polvorienta y sucia, conectada con la pared y el techo por innumerables telas de araña, había un esqueleto humano que, al estar recostado a unas almohadas se mantenía sentado, y también estaba cubierto por telas de araña.
Aquel descubrimiento le arrancó un grito a Daniela, y para aumentar su terror, el esqueleto giró la cabeza hacia ella y, moviendo hacia abajo y hacia arriba la mandíbula inferior, hizo castañear sus dientes. Entonces Daniela salió disparada hacia la cocina. La cocinera, deduciendo lo que había pasado, le dijo que debía marcharse inmediatamente, y que no se molestara en contar lo que había visto porque nadie le iba a creer.
la historia mas triste del mundo :"(
Mis padres murieron violentamente, cuando en mi primer visita al zoológico una jaula doble se abrió y dejó en libertad a Muenki y Cumaribo, los dos violentos mandriles machos recién traídos desde Surinam. Los mandriles se los comieron vivos, según me contaron luego los testigos, pero yo no lo recuerdo. Dicen que grité mucho. Papá y Mamá fueron para los mandriles y los bebés mandriles una fuente de proteínas, pero eso no importa. No quiero afligirte con detalles innecesarios acerca de mis desgracias, que son casi iguales a las de cualquier otro niño. Bueno, aunque a decir verdad, no todos los niños se acuestan pensando en que tal vez jamás despierten. No se preocupen, no tengo miedo.
Recuerdo los primeros días en el orfanato, cuando la vida parecía no ser tan mala. Teníamos un gato y un perro, llamados Corbata y Lobito, respectivamente. ¡Cuanto lloré cuando Lobito se comió a Corbata! No, vos no podrías imaginarlo. Sólo te diré que mi dolor fue semejante al que sentí seis minutos después, cuando mi querido Lobito murió atragantado con mi mano izquierda, la mano que quise usar para liberar a Corbata de su lúgubre destino. Pobre Corbata... me miraba como diciendo: “Sacá la mano, Juan, porque voy a morir atragantado con ella y luego deberán amputártela”. Y tenía razón, pero bueno, uno no puede saberlo todo... por algo Dios nos dio dos manos, ¿no?
Cuando el orfanato se incendió, en el día en que festejábamos mi quinto cumpleaños, me creí morir de tristeza. Resultó que no era tristeza, sino una terrible infección. Creo que fue mi mejor amiga Laurita quien me la contagió sin proponérselo, cuando me regaló su osito de peluche. Es tan vivo su recuerdo, que casi puedo oir sus últimas palabras: “Salvá a mi osito, Juan, y alejate de las llamas. Te quiero mucho”. Si, eso fue lo que me dijo...
La infección no fue lo peor. Después de todo, por aquél entonces todavía podía caminar usando mis piernitas. ¿Podés creerlo? Acababan de avisarme que pronto me darían el alta médica; yo descansaba boca abajo sobre mi cama en mi habitación, cuando se desprendió el ventilador de techo y me golpeó en la base de la columna. Quise pedir auxilio, pero la infección había acabado con mis cuerdas vocales hacía ya varias semanas, por lo que tuve que esperar a que la enfermera llegase, a los veinte minutos.
Mi cerebrito debe haber dicho: “Si Juan no puede hablar, ¿para que quiere escuchar?”, porque no había pasado un día desde el incidente del ventilador, cuando dejé de escuchar para siempre. Uno de los doctores que me atendían llevaba una pizarra consigo todo el tiempo, y me escribía muchas explicaciones, diciendo que mi susto me había dejado un poco maltrecho, pero que no debía asustarme, que pronto me recuperaría... era un gran hombre ese doctor; lloré muchísimo cuando lo encontré muerto en el baño, junto a su pizarra en la que había escrito: “Juan, si no puedo curar a un niñito tan lindo como vos ¿Para que quiero seguir? No puedo regresar a casa otra vez y decirle a mi esposa y a mis seis hijos que papá no sabe ayudar a los pequeños valientes”. Era un hombre inteligente el doctor, se ahorcó en el baño que habían acondicionado especialmente para mí, para que la enfermera no tuviese que darme la cruel noticia.
Sin poder ya hablar, escuchar ni caminar, pasé los últimos siete meses de mi vida en una camilla hecha a mi medida, desde la cual escribo estas líneas. Obviamente, no estoy usando una lapicera, porque yo era zurdo y el perro, bueno... tengo una computadora que me dejó en herencia mi doctor. Oh, Dios...me duele mucho mi mano, y cada vez que toco una tecla mi cuerpo se estremece, pero esta historia merece ser contada...
Fue hace una semana que mi enfermedad se hizo presente con sus primeros síntomas: diarrea constante, catarro, sudores fríos y picazón en todo el cuerpo. Los medicamentos me fueron suspendidos, debido a que solo conseguían empeorar mi estado, que era y sigue siendo un misterio para la ciencia. A veces me duele un poco la cabeza, pero los pronósticos dicen que mi cabeza dolerá hasta el final, ya que el cerebro es el último.
Devuelveme mis manos:+
Una familia se había comprado un auto nuevo, 0 km. hermoso, se mire por donde se mire, el tapizado, el color... todo. El padre amaba ese auto, su esfuerzo estaba allí.
Salieron el, su esposa y el pequeño de ambos de solo 3 años; llegando a una estación de servicio bajan los padres y dejan al niño en el auto, cerrando las puertas... el niño, encontró un marcador y comenzó a escribir en todo aquel tapizado, con un gran entusiasmo y amor, ya que los niños hacen sus cosas en esta condición.
Después de un rato llegan los padres y al ver el cuadro, el padre comenzó a encenderse en furia y al ver su "hermoso tapizado" todo rallado, comenzó a golpear al niño en sus manos y a golpearlo con mucha fuerza... hasta que tuvieron que sacarle al niño de entre sus golpes, el niño estaba en muy mal estado tuvieron que llevarlo hospitalizado.
Suena el teléfono en casa de la familia y atiende el padre... los llamaban del hospital, era necesario que se presentaran, se habían complicado las cosas...El padre se presenta y le notifican que debieron amputarle las manos al niño, ya que no había otra opción posible.
Entrando el padre a la habitación envuelto en lagrimas... el niño le dice sonriente... ¡¡Hola papi... ya aprendí la lección... no lo voy a hacer mas papi...pero por favor devuélveme mis manitas!! El padre salió de aquella habitación y se suicido...
Historia de amor de niños
CUANDO TENIA 13 DESCUBRI LO QUE ES EL AMOR; NO, NO EXAGERO.RESULTA QUE YO RECIEN ME MUDABA A CAPITAL Y JUSTO COMENZABA EL CICLO ESCOLAR. ALLÍ LA CONOCÍ, SE LLAMA DALILA Y YO DAVID, Y DESDE LA PRIMER MIRADA QUE CRUZAMOS NOS PERTENECIMOS; ME PELEE POR PRIMERA VEZ EN MI VIDA, POR DEFENDERLA, ELLA SE ANIMO A QUE DESCUBRIERAMOS TODO, Y LO HICIMOS JUNTOS. ASI, AHUN CON EDAD, CUERPO Y CARA DE NIÑOS, APRENDIMOS A SER HOMBRE Y MUJER. NOS LLEVAMOS ALGUNOS SUSTOS.PERO PRONTO APRENDIMOS, CRECIMOS Y MADURAMOS. DISFRUTAMOS DE LA NOCHE, LAS POCAS ESTRELLAS DE LA CIUDAD, DE LO INTERMINABLES PASEOS TOMADOS DE LAS MANOS, Y DE LOS PLACERES ADULTOS Y PROHIBIDOS QUE SUPIMOS DESCUBRIR.
LAMENTABLEMENTE MI VIDA ME ALEJARIA DE ELLA, COMENSE EL SECUNDARIO A 100KM DE DISTANCIA, Y JURO QUE INTENTAMOS SEGUIR; PERO EL EXTRAÑARNOS TANTO NOS HACIA MAS MAL QUE BIEN (RESULTA DIFICIL DE CREER QUE A ESA TIERNA EDAD SE PUEDA AMAR CON TANTA PASION). TANTO FUE LO QUE CRECIMOS QUE COMO SI FUERAMOS ADULTOS DECIDIMOS PONER FIN A LAS LAGRIMAS. Y PARA NO EXTRAÑARNOS MAS, NI DUDAR, NOS DESPEDIMOS CON UNA CANCION (AMIGOS SON LOS AMIGOS), QUE NINGUNO DE LOS DOS CREYO REAL.
HOY EN DIA YO LA RECUERDO CON CARIÑO, ELLA NO SE. LO QUE SE ES QUE ELLA NO ES LA MISMA, NI YO TAMPOCO.
ME HE ENAMORADO 2 VECES, ESA FUE LA PRIMERA; AHORA ESTOY BUSANDO UNA OPORTUNIDAD MAS. DIME...¿ME PODRAS AYUDAR?